La catástrofe de los falsos afectos

Una de las claves del ser humano es su capacidad (o no) de relacionarse con otros seres humanos. Pero no sólo de manera superficial, práctica, interesada u obligatoria, sino profundamente, de verdad, de corazón, psicoafectivamente. Ahora bien, ¿cuánta gente se relaciona así? Según mi experiencia, muy poca. La mayor parte de las relaciones y "afectos" son extremadamente superficiales, sólo aparentes, fingidos, falsos.

Hay, en efecto, infinidad de falsas amistades. De falso compañerismo. De falsas parejas. De falsas familias. De falsas solidaridades. Incluso... de falsas psicoterapias. Hay una permanente simulación porque todos buscan aparentar lo que consideran bueno, "normal", deseable. Pero este fraude se descubre rápidamente cuando, ante la más mínima dificultad, estas relaciones se rompen. Caen como árboles sin raíces ante el menor golpe de viento... Y no porque sean relaciones "débiles", sino porque son relaciones inexistentes.

Pongamos algunos ejemplos. Compañeros de trabajo de toda la vida que, al despedirse cualquiera de ellos, los demás se olvidan inmediatamente del ausente. Aliados políticos durante décadas que, ante un mayor interés, traicionan o cambian de bando. Amores "para siempre" que con asombrosa facilidad se rompen también "para siempre". Amigos de redes sociales que te "siguen y adoran", pero también siguen y adoran a otros muchos y se olvidan de ti y de los demás cuando descubren nuevos "amigos" aún más "adorables". Los/las coleccionistas de amores "fou" y de enamoramientos "incomparables". Las familias que, frente a un pariente rebelde, funcionan con el principio de "si te he visto, no me acuerdo". Pacientes de psicoterapia que, al menor inconveniente, dejan con rencor al terapeuta. Solidarios muy concienciados con una causa, pero que, bruscamente, la abandonan cuando descubren un nuevo problema que se les antoja más actual y urgente. Etcétera.

¿Cómo es posible todo esto? El motivo es, en mi opinión, el omnipresente narcisismo humano.

Porque, como sabemos, la infancia es la escuela de toda vinculación amorosa con la realidad. Pero, dado que la mayor parte de la gente no ha sido amada adecuadamente y, por tanto, no ha aprendido a establecer lazos sanos/auténticos, lo único que lamentablemente le queda es el narcisismo utilitario. Es decir, las relaciones aparentes, de conveniencia. La falsa pero útil "simpatía" social. El "vamos a aparentar que nos queremos". El "voy a tratarte como si te comprendiera y me importaras". El "dime que me quieres aunque sea mentira". Etcétera.

El mundo es, por desgracia, una gigantesca farsa interpretada por millones de huérfanos hambrientos, desesperados e incapaces de amar. Casi todo es mentira. Todo es, desde el punto de vista de los lazos psicoafectivos, una gran catástrofe que casi nadie quiere ver y, precisamente por eso, nunca acabará.

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