¿Mejorar sin cambiar nada? - El beneficio secundario

Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad.
De lo contrario, abstente de ayudarle.

Sócrates

Una incoherencia habitual de muchas personas es pensar que su vida "mejorará"... sin hacer el menor esfuerzo para conseguirlo. Esta es una creencia mágica y profundamente infantil: "¡ojalá todo cambie!". Incluso muchas personas, sobre todo las más admiradoras de Alice Miller (que acostumbran a ser  las más dañadas), acuden a terapia desde tal actitud. Quieren mejorar, pero al mismo tiempo se niegan, se resisten con todas sus fuerzas a alejarse de los hábitos y/o personas que las enferman. ¿Por qué sucede esto?

La mayoría de gente sufre mucho, nadie puede negarlo, pero al mismo tiempo no se da cuenta de que ese dolor es el "precio" que neurótica e inconscientemente han elegido pagar para eludir otro tipo de sufrimientos que consideran peores; y/o para seguir disfrutando de ciertas "ventajas" que su dolor, paradójicamente, les ofrece. En psicología llamamos a este fenómeno beneficio secundario. Y este beneficio secundario es a menudo (aunque no siempre) la causa de la  pasividad de muchos individuos ante sus propios sufrimientos.

Los beneficios secundarios pueden ser de varios tipos:

  • obtener atención, afecto, compañía... ("robar" amor)
  • lograr o conservar seguridades materiales (vivienda, dinero, trabajo, propiedades, herencias, pensiones de incapacidad...)
  • protegerse de insoportables sentimientos de culpa, abandono, traición, fracaso,  etc.
  • evitar la responsabilidad de la autonomía y la libertad (permanecer fijado en una posición infantil)
  • etc.

De este modo, muchas personas, aunque creen que están "decididas" a realizar una terapia (igual que las que piensan que quieren dejar de fumar, abandonar una adicción, adelgazar, etc.), en lo profundo de su corazón  quieren exactamente lo contrario, es decir, que nada cambie, que todo siga igual. Esta escisión interna crea a veces conflictos en las terapias, y a menudo -sobre todo, según mi experiencia, en el caso de algunas mujeres- los pacientes ni siquiera llegan a "entrar" en ella. La mayoría desean inconscientemente que la llamada "terapia" sea sólo una forma de desahogo y consuelo, una especie de aspirina perpetua para calmar sus ansiedades inmediatas, aunque eso no conduzca en ningún caso a la maduración emocional ni, por tanto, a la superación de sus conflictos.

Por eso, desde mi punto de vista, lo primero que debería preguntarse cualquier persona que se plantee solucionar sus problemas es: ¿realmente estoy dispuesto/a a hacer cualquier cosa para madurar? ¿O en el fondo temo mis verdades y, engañándome a mí mismo/a, sólo quiero terapias "para no hacer terapia"? En otras palabras: ¿elegiré meros bálsamos y desahogos... o, a pesar de mis miedos, viajaré al fondo de mi vida para encontrar y llevar a cabo las soluciones necesarias?

Los escasos pacientes/viajeros que eligen lo segundo son personas, nunca me cansaré de repetirlo, profundamente admirables y valientes. Ellos son los que hacen que los terapeutas nos sintamos a veces unos privilegiados por poder acompañarlos en su proceso, a menudo tan cargado de dolor y  dificultades. Y, sobre todo, cuando los vemos crecer y ser más felices gracias a las experiencias de su Viaje Interior.

© Olga Pujadas 2012-2024. Se admite la reproducción de cualquier artículo de este blog, indicando la autora y/o el enlace fuente.