¿Padres o colegas?

Actualmente existe la creencia de que los padres tienen que ser "amigos" de sus hijos. Y quienes lo consiguen presumen de ser familias "democráticas", de tratarse de igual a igual... Pero muchos sabemos que esto no es lo adecuado. Que los niños necesitan, además de afecto y cuidados, normas, límites, adultos de referencia capaces de ofrecer seguridad, contención y guía. Pero hoy la sana autoridad, que la mayoría confunde con autoritarismo, está mal vista. Todo tiene que ser "horizontal", todos pretendemos ser iguales, nadie manda, nadie obedece, todo tiene que decidirse "en común"... Por eso muchos padres, amparados en este marco ideológico "moderno", renuncian a sus responsabilidades parentales (que no siempre son fáciles, agradables ni divertidas) y se hacen "amigos" de sus hijos.

Son padres inmaduros y/o culpabilizados (por el estilo de vida que llevan o por conflictos/rupturas de pareja) que intentan ganarse, apoyarse y/o controlar a sus hijos mediante el "colegueo". Alternan con ellos en las redes sociales, se visten igual, lo hacen todo juntos (deberes, compras, cocina...), pagan sus "botellones" y caprichos, salen con ellos de fiesta, se emborrachan juntos, ligan juntos y, en los casos más patológicos, incluso comparten actividades sexuales... Nos hemos ido al extremo contrario. Antes a los padres había que tratarles de usted y tenían carta blanca y mano dura para todo. Hoy, temerosos y permisivos en exceso e identificados con sus hijos, muchos ni siquiera pueden ofrecer un mínimo referente y guía. Porque cualquier progenitor-amigo, siendo tan inmaduro como el hijo, sólo podrá transmitirleconfusión y desamparo.

Los padres-amigos en realidad lo que hacen es alentar la dependencia de sus hijos, no su capacidad para vivir. Y esto es así porque los utilizan para canalizar su propia neurosis y prolongar su propia infancia o adolescencia, que nunca quisieron/pudieron abandonar. Se refugian en ellos para robarles inconscientemente su amor, para obtener poder, para usarlos como alivio de sus males o confidentes de sus penas, y también, en algunos casos, para competir con ellos por envidia de su fuerza, belleza y juventud... Esta clase de vínculos son, evidentemente, disfuncionales porque anteponen las necesidades de un adulto dañado a las del niño, y porque, en definitiva, niegan al hijo. Y la consecuencia de esta negación es que lo llenan de confusión sobre su identidad, le privan de referentes respetables/admirables, bloquean sus verdaderos sentimientos, le impide sentirse protegido, seguro y genuinamente amado... Todo eso constituye, en fin, una dolorosa orfandad que repercutirá negativamente en muchos aspectos de su vida (relaciones, parejas, trabajo, etc.). Una orfandad que sólo le acarreará sufrimientos neuróticos (inseguridad, adicciones, depresiones, ansiedades, trastornos alimentarios o de personalidad, oposicionismo, problemas con la autoridad, etc.).

Porque los padres-colega son, en realidad, una renuncia, una negación del rol parental. Toda buena madre, todo buen padre debería ser consciente de que los hijos no están llamados a sustentar en ningún sentido, ni físico ni emocional, a sus progenitores, sino al revés. Como en el resto de la Naturaleza. Que la maternidad/paternidad es un vínculo intenso, difícil, hermoso y profundo, pero también debe ser... transitorio. Que los roles de mamá y papá, dada su vital trascendencia, no son compatibles con ningún otro. Que padres e hijos deberían desarrollar las demás funciones importantes de su vida -amistades, pareja, aficiones, vida social.... fuera del marco familiar. Porque las relaciones padres-hijos nunca podrán ser realmente libres y maduradoras si están interferidas o debilitadas por funciones que no les corresponden y que impiden al hijo destetarse, construir su propia vida. Esto forma parte, en mi opinión, del AMOR.

En conclusión, vemos cómo creencias tan modernas, mensajes tan populares y admirados por la mayoría como la "amistad" entre padres e hijos, son en realidad síntomas de una sociedad extraordinariamente confundida, en la que todo vale y en la que muy pocos son capaces de comprender que se puede ser afectuoso y tener autoridad al mismo tiempo. Y que eso es precisamente lo que los hijos necesitan: padres que ejerzan como tales, que les proporcionen afecto, pero también seguridad, fuerza para vivir, confianza en sí mismos y en el mundo... Cuando esto ocurre, esos hijos vivirán satisfechos y podrán elegir todos los amigos que quieran.

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