Psicoterapia y expresión emocional

No podemos recuperar un mínimo de salud mental si no aprendemos a expresar nuestras emociones. No hay otra forma. Toda nuestra vida psíquica depende de ellas. Todo nuestro ser está constituido por ellas. Por eso nuestras emociones determinan nuestros pensamientos. Nuestras acciones. Nuestras actitudes. Nuestra fuerza interior. Nuestra personalidad. Nuestra felicidad... Y así se demuestra a diario, por ejemplo, en las psicoterapias que realizamos.

Hay una diferencia abismal entre los resultados de las personas que, bien motivadas en sus terapias, se vuelcan habitualmente en expresar sus conflictos, respecto a las que se evaden continuamente de ellos. Por ejemplo, quien acostumbra a sincerarse de verdad con el terapeuta, y le gusta también desfogarse sobre sus problemas por escrito, o pintando, o mediante la música o el teatro, o con amistades comprensivas, o llorando y enfadándose con facilidad, etc., etc., madurará psicológicamente mucho mejor y más rápidamente que quienes acuden pasivamente a las sesiones y después desconectan de sí mismas hasta la próxima cita.

En realidad, 1 hora semanal o quincenal de psicoterapia es casi insignificante en la vida del paciente. De hecho, esa hora NO es propiamente la terapia, sino sólo el motor, el dinamizador, el inspirador de un proceso terapéutico que dura 24 horas diarias durante todo el tiempo que el sujeto acuda al terapeuta. ¡De ahí la importancia de "hacer los deberes" en casa! Y hacer los deberes significa precisamente expresar, expresar y expresar.

Una buena psicoterapia requiere continua reflexión, rememoración, compartir, dialogar, escribir, emocionarse, desfogarse... Significa, por encima de todo, SENTIR. Para lo cual necesitamos cierto coraje ya que muchas personas tiene miedo de sentir (p.ej., dolor, tristeza, odio...). Sin sentimientos no hay terapia. Por eso, quizá la mejor manera de combatir nuestros miedos es cultivar el deseo, la ambición, el anhelo prioritario -absolutamente por encima de todo- de ser más felices.

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