PSICOBIOGRAFÍAS: Edith Piaf (1915-1963)

A pesar de que la vida de Edith Piaf es bien conocida, en especial a raíz de la película La vida en rosa (2007), su historia, como en muchos otros artistas, se ha idealizado y utilizando social y políticamente. No es cierto que, como se dice con frecuencia de ella y otros artistas, esta mujer viviera "plenamente" sólo porque triunfó, bebió, se drogó, dilapidó su fortuna y mantuvo relaciones con hombres y mujeres... No, no era, como demasiados afirman, una mujer "moderna, rompedora, que hizo siempre lo que le vino en gana", etc. Esta necesidad moderna de idealizar la desesperación, la locura, es una forma más de la increíble ceguera emocional de un mundo que, en vez de comprender al ser humano destruido, prefiere convertirlo en icono social.

La vida de Edith es la historia de una huérfana desolada que todos los días de su vida intentó hallar un poco de amor. No es necesario ser demasiado perspicaz para, observando la foto que inicia este artículo, darnos cuenta del profundo vacío, tristeza y desesperanza que sufrió toda su vida. Una vida extremadamente difícil no sólo por sus circunstancias, sino porque nunca recibió de su madre, ni de ninguna figura infantil sustitutiva,  la confianza en el mundo, la seguridad interior y las ganas de vivir.

La madre de Edith era una mujer muy dañada. Alcohólica, hija a su vez de padres alcohólicos, había sido abandonada sin contemplaciones por su pareja, un acróbata circense que también bebía, al enterarse de que iban a ser padres. Así, sin recursos (era una cantante ambulante que apenas podía mantenerse), parió a Edith en un portal de París ayudada por unos policías... Después, incapaz de criar a su hija, la abandonó en casa de su propia madre -la abuela de Edith-, quién decidió alimentar a la niña con vino en vez de con leche. En este ambiente, sin madre, sin padre y sometida a los cuidados de su abuela irresponsable, la niña sufre un brote de meningitis que la deja ciega temporalmente…  Apenas recuperada, vuelve a cambiar de manos. Esta vez  la entregan a su padre que, a punto de irse al frente, la deja en el prostíbulo que regenta la madre, la cual, sin tiempo para atenderla, delega los cuidados en sus prostitutas…

Hasta ahora, como vemos, ningún afecto, ningún vínculo estable que ofrezca a Edith una base mínima para crecer emocionalmente sana. Ya tiene más de 4 años. A los 14, es ella quien abandona a su padre. Había convivido con él desde que volvió del frente, malviviendo de lo que obtenían actuando en circos miserables o en las calles. Pero, a partir de ese momento, Edith empieza a ganarse la vida junto a su hermanastra haciendo acrobacias y cantando... Son dos pequeñas vagabundas intentando sobrevivir.

Entonces Edith se enamora de un chico de los recados, se queda embarazada y pare con sólo 16 años. El parto no es fácil y, aunque desconocemos las condiciones de ese nacimiento, sí sabemos que, como consecuencia del mismo, Edith ya no podrá volver a ser madre. Su hija muere dos años después de meningitis.

Sin embargo, en las calles también suceden algunas cosas buenas. Edith es vista por el empresario Louis Lepleé que, dándose cuenta de su enorme talento, la contrata para que trabaje en su local. Y no sólo eso: la toma bajo su tutela, le da cobijo, la alimenta, la cuida, la protege, le da un nombre artístico y la enseña a comportarse y a actuar. Ella le llamaba, muy significativamente, “papá”.  

Pero los pocos momentos de felicidad de Edith no parecen hechos para durar. Leplée, su tutor, su protector, su padre, el único que hasta el momento la ha querido, apareció muerto en su despacho. Consideraron a Edith sospechosa de robo y asesinato. El escándalo conmocionó a la opinión pública, destapó las actividades ilegales del empresario y a ella dejaron de contratarla. No tuvo más remedio que volver a los locales miserables y a la calle.

A partir de ese momento, todo es una huida sin fin. Bebe, se droga, se acuesta con cualquiera... Sólo deja de hacerlo cuando otro hombre la rescata, el letrista Raymond Asso, que se convierte en su amigo y amante y le proporciona un poco de bienestar. Triunfó desde entonces con su innegable talento y logró mucho dinero, que ella derrochaba con sus amigos, sus amantes y ayudando a cualquiera que se lo pidiera. Tal era su miedo al abandono que era incapaz de negar nada a nadie.

Pero, como es bien sabido, el período más feliz de Edith Piaf fue el año en que fue amante del boxeador Marcel Cerdan. El problema es que no podían verse demasiado, él estaba casado y viajaba muy a menudo para cumplir con sus compromisos deportivos. Ella, una mujer tan carencial, necesitaba tenerlo siempre a su lado. Un día le pidió que regresara y él tomó un avión… que se estrelló.  Edith, desesperada, sintiéndose insoportablemente sola y culpable, intenta suicidarse… No lo consigue gracias a la continua atención de sus amigos y de su hermanastra, que la mantienen sedada y vigilada durante semanas.

Más tarde, sin motivos para vivir, volvió a todo tipo de adicciones: alcohol, drogas, amantes jóvenes y no tan jóvenes, hombres, mujeres…Relaciones en las que abundaba el maltrato físico y verbal y las continuas infidelidades… En una de sus salidas, sufre un grave accidente de coche en que se rompe varias costillas. Los médicos le recetan morfina y, a partir de entonces, Edith la utiliza no sólo para calmar sus dolores físicos, sino también emocionales… Cada vez más sola, pues muchos de sus amigos ya no soportan su comportamiento ni sus adicciones, empieza a recoger hombres de las calles, como también hizo su madre,  para tener un poco de compañía...

Pero sus desdichas aún no habían terminado. A los 44 años le diagnosticaron un cáncer hepático que  la iría debilitando definitivamente. Y, en un último intento desesperado por huir de la soledad, se casó con un cantante de 26 años del que ella misma diría que era "como un hijo que cuida a su madre enferma”...

Edith Piaf murió con sólo 48 años, con el aspecto de un pequeño gorrión viejo y agotado.

No, esta mujer no fue ningún "icono de su época". Está mujer fue una víctima más del trágico desamor humano.

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