La intelectualización

Muchas personas creen que leer muchos libros de psicología o autoayuda les ayudará a mejorar. Que pensar en ellas mismas o  en lo que les ha ocurrido, a veces de forma casi obsesiva,  les hará ser más felices. Incluso creen que hacer terapia para  hablar una y otra vez de las mismas cosas les proporcionará el bienestar que necesitan... ¿Leer, pensar, hablar? Todas  son  actividades intelectuales que no tienen nada que ver con el corazón.  Pertenecen a la mente. Y si pertenecen a la mente, a la cabeza, ¿cómo podremos entonces aliviar el sufrimiento emocional?

Son muchos los que parecen desconocer que la única forma de mejorar emocionalmente es atreviéndonos a bajar a nuestro corazón, atreviéndonos a sentir.  Pues simplemente  leer, pensar, hablar  de nuestros problemas sin "mojarnos" en nuestros sentimientos es una pérdida de  tiempo. Es una defensa psicodinámica que recibe el nombre de intelectualización.

Desgraciadamente, es altísimo el número de personas que, pese a lo que pueda parecer, no saben lo que sienten. Mejor dicho, no quieren saberlo. Porque lo que sienten es tan doloroso que necesitan ocultarlo, "olvidarlo", reprimirlo a gran profundidad  bajo montañas de palabras para no sufrir. Aunque tan titánico esfuerzo no acostumbra a funcionar y lo reprimido suele transformarse en diversos síntomas "inexplicables": ansiedades, depresiones, adicciones, confictos con las personas...

 No, no es fácil atrevernos a sentir.

Incluso en psicoterapia, muchas personas se resisten con todas sus fuerzas. Tienen mucho miedo. Aunque puedan tener una memoria privilegiada y puedan explicar historias terribles de su infancia o del presente, lo hacen con extraña "naturalidad", incluso con increíble "indiferencia".... Estas personas, como descubrió Freud, disocian, es decir, separan sus sentimientos de los hechos que los causaron. Seguidamente recuerdan (a veces) sólo los segundos, pero sólo como si fuera una vieja e inofensiva película muda en blanco y negro...

Por eso, en psicoterapia, es tan importante atrevernos poco a poco a sentir, revivir, recuperar nuestros sentimientos, abandonar nuestra verborrea intelectualizadora. ¡Hay que devolver el color y el sonido a nuestras vidas! Sólo entonces comenzamos a despertar y disponemos, quizá por primera vez en nuestras vidas, de la oportunidad, con ayuda del terapeuta, de aprender a sentir nuestras experiencias de otras maneras, comprenderlas de otros modos, manejarlas con mucha más fuerza y libertad... Así logramos sanar muchas viejas heridas y, por fin, "pasar página" de muchos sufrimientos.

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