¿Niños difíciles?

Algunas madres me escriben para contarme los "problemas" de sus hijos. Lo hacen con detalle y evidentemente influidas por los especialistas y la sociedad en general. Suelen hablar de conducta, pautas, medicamentos, genes... Y, sin embargo, cuando les pregunto por las relaciones familiares, los afectos, las necesidades y carencias de sus miembros, etc., no saben contestarme. Realmente ignoran a qué me refiero. Una reacción muy común es entonces la defensa:

"¡Nos matamos a trabajar para darle lo que necesita! ¿Qué más quiere?"

Se diría que los niños (y los adultos) son seres casuales, aislados de la realidad. Personas a las que les "pasan" cosas que no tienen que ver con nada. Los niños, así, "salen" buenos, malos, rebeldes, cariñosos, listos, tontos... porque sí. Como si ello dependiera de una lotería de la vida que nadie puede alterar. 

Pero no puede haber mito más tramposo. Obviamente, según es el árbol, así son sus frutos. Y según se cuida el jardín, así son los resultados. Negar algo tan simple en la crianza de los niños sólo obedece al terrible descuido infantil al que, a su vez, millones de padres han padecido. Es una tragedia.

Todo "niño difícil" es siempre  un hijo del desamor, el miedo, la ira, el rechazo, el desamparo, la culpa... No hay más. Y seguirán habiendo cada vez más niños difíciles, y cada vez más "adultos difíciles", mientras la mayor parte de la sociedad y, en particular, los profesionales de la pedagogía y la salud mental, sigan empeñados tan interesada y neuróticamente en negar cuestiones tan obvias.

Si un niño, e incluso un adulto, nunca puede reposar su cabeza en un hombro afectuoso, se rompe. Así somos los mamíferos humanos.

© Olga Pujadas 2012-2024. Se admite la reproducción de cualquier artículo de este blog, indicando la autora y/o el enlace fuente.