Los sueños

Los sueños son mucho más importantes de lo que creemos. Todos los seres humanos soñamos, porque es curativo. Sin ellos, no podríamos conservar nuestro frágil equilibrio psicoafectivo. Los sueños nos ayudan a elaborar nuestros conflictos, digerir nuestros problemas, "purgar" nuestro corazón mediante la expresión velada de sus más profundas necesidades y deseos. Son "collages" de realidades, recuerdos y afectos expresados casi siempre de forma críptica, simbólica. Porque, aún dormidos, seguimos reprimiéndonos. De modo que enmascarar nuestras verdades más ocultas es la mejor forma de burlar nuestra autocensura.

Algunas personas especialmente reprimidas no recuerdan sus sueños. La mayoría recuerda, quizá, en torno a un 5%. Sólo una pequeña parte de lo que soñamos, sobre todo poco antes de despertar, llega finalmente a la conciencia. E incluso en ese momento, intentando retenerlo en la memoria o escribiéndolo, sentimos que se nos escapan, se transforman, se desvanecen, regresan irresistiblemente a nuestro inconsciente. Por otro lado, cuando los sueños, a pesar de nuestra autocensura, nos resultan insoportables, despertamos: son las pesadillas. En el curso de las terapias, a medida que nuestras defensas psíquicas se van reduciendo tendemos a soñar más y a recordar con mucho más detalle lo que soñamos. 

Al contrario de lo que muchos creen, los sueños no pueden interpretarse mediante diccionarios estándares de sueños y símbolismos. Para descifrar un sueño son indispensables las propias intuiciones del soñante, conocer el contexto de su vida previa y actual, saber qué sentía antes, durante y después del sueño, etc. Después de todo, muchos sueños son como obras de arte: ¡pueden tener varias interpretaciones!

Estamos, pues, ante un importantísimo material de autoconocimiento y terapia. Los sueños son una "fotografía" (parcial) de nuestro inconsciente en un momento dado. Son un mecanismo expresivo y, por tanto, defensivo y liberador. Pero, por eso mismo, constituyen también lo más íntimo y sagrado de nosotros mismos. ¡Jamás deberíamos airearlos frívolamente ante cualquiera!

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