Los celos

Hay muchas clases de celos. Existen los celos de verano. Los celos infundados o patológicos. Los celos fundados. Los celos naturales. La extraña... "falta de celos". Etc... Y cómo a menudo suelen confundirse o mezclarse unos y otros, es interesante analizar algunos de ellos.

1. Celos de verano. En los meses de calor mucha gente se quita mucha ropa. Las calles, playas, piscinas, restaurantes, discotecas, etc. se llenan de cuerpos muy desvestidos y seductores: torsos, escotes, piernas, curvas... Lucir y provocar es moda permanente. Y, claro, muchas personas sienten inevitablemente celos cuando sus parejas "miran" o se "dejan mirar" demasiado. Estos celos nos despiertan lo más débil y neurótico de nosotros mismos. Por ejemplo, nos producen miedos, ansiedades, afanes de control, ira... También ponen a prueba nuestra autoestima, nuestros complejos, nuestra confianza en nosotros mismos y en nuestra pareja, la solidez de nuestra relación. Y también demuestran nuestros prejuicios sobre el amor y el sexo en general. Pero, en definitiva, los celos de verano son triviales. ¿Qué importancia tienen los millones de estímulos eróticos que nos bombardean cada día? Si nuestras relaciones amorosas no pudiesen sobrevivir a ello, poco fuertes y valiosas serían. La solución a esta clase de celos es madurar emocionalmente y mejorar en lo posible nuestros lazos de amistad, confianza y cariño con nuestra pareja.

2. Celos patológicos. Son los celos sin causa ni fundamento. Son celos nacidos del narcisismo, de la omnipotencia, de la necesidad de control y de las ideas paranoides del sujeto. Están asociados frecuentemente a problemas de adicciones y/o violencia física y expresan graves fijaciones infantiles de la persona. Otros tipos de celos patológicos, menos graves, surgen de profundos sentimientos de inferioridad, inseguridad, baja autoestima, baja calidad de la relación, falta de confianza en la pareja (p.ej., si ésta fue anteriormente infiel), etc. O incluso de secretos deseos de ser infiel del propio celosa/a. En general, los celos patológicos sólo pueden mejorar con ayuda de largas terapias madurativas.

3. Celos fundados. Éstos surgen, obviamente, de actitudes y comportamientos claramente "inaceptables" en la pareja. Por ejemplo, frecuentes coqueteos o relaciones "amistosas" con el otro sexo; adicciones a la pornografía; una evidente falta de cariño,dedicación y compromiso con la propia pareja, etc. Los celos fundados demuestran una baja calidad de la relación y su única solución es analizar sus causas (p.ej., inmadurez emocional, desamor, incomunicación, aburrimiento, problemas afectivos o sexuales, etc.) o, si no se puede o no se quiere hacer nada, puede ser el momento de plantearse la separación.

4. Celos naturales. Estos son perfectamente sanos y forman parte inseparable del propio amor. Como el amor es, por definción, un vínculo exclusivo y excluyente, tiende a ser consciente e inconscientemente "posesivo", es decir, no tolerará ninguna "tercera persona" competidora (p.ej., infidelidades, triágulos...). De hecho, los celos leves son una prueba de que existe vínculo amoroso, y de que el sujeto lo necesita, lo valora y está dispuesto a luchar por él. Si la persona jamás siente celos es posible que su vínculo sea perfectamente indiferente, o incluso esté muerto desde hace tiempo. O también puede indicar distintos "trastornos" de vinculación interpersonal.

5. La "falta" de celos. Las relaciones sin celos, que muchos consideran de gran "madurez" y "libertad", pueden expresar por el contrario severos problemas emocionales. Por ejemplo, mucha gente reprime hondamente sus celos (por distintas razones neuróticas),  de tal modo que parece no sufrirlos. Otros, los contrarrestan con acciones "vengadoras" (p.ej., "tengo celos pero los encubro con mi promiscuidad", caso de algunas "parejas abiertas", relaciones de grupo, etc.). Otros no sienten celos porque sus relaciones son claramente patológicas (p.ej, narcisistas, vacías, psicopáticas, etc.), de modo que no sienten celos porque realmente no pueden amar. Etcétera.

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En general, la tendencia a los celos es proporcional al desamor infantil que hemos sufrido. Como tantas otras cosas de nuestra vida, nuestra capacidad para vincularnos, confiar, amar, sentirnos amados, la adquirimos en los primeros años de nuestra infancia. Por eso, cuanto menos amados hemos sido, más propensos seremos a sentirnos fácilmente desconfiados, inseguros, cuestionados, poco valiosos, inferiores, inmerecedores de amor y, por tanto, con un miedo permanente de ser abandonados. Es decir, celosos. 

En la psicoterapia de los celos, todo el trabajo terapéutico debe centrarse en la maduración de su personalidad. Debe ayudarse a la persona, p.ej., a tomar conciencia y desarrollar los aspectos más valiosos de sí misma. Expresar mejor sus necesidades y sentimientos. Hacerse más sensible a los afectos de los demás. Mejorar sus relaciones interpersonales, etc. Los celos nunca dejan de doler intentando hacer "cambiar" al otro/a, sino sólo creciendo interiormente. Es decir, superando en lo posible la infancia.

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