PSICOBIOGRAFÍAS: Truman Capote (1924-1984)

"Mi gran pesar en la vida es que mi infancia fue innecesariamente solitaria".

A Truman Capote le gustaba rodearse de mujeres famosas y bellas a las que denominaba "mis cisnes". Con ellas se mostraba dulce, arrogante, refinado, ingenioso y mordaz. Y sin embargo, al final de su vida, cuando estaba casi siempre ebrio, las atacó con extrema dureza. Por ellas sintió la misma ambivalencia, el mismo amor y el mismo odio que por su madre, Lillie Mae Faulk. La madre de Truman fue una mujer muy joven (16 años), bella, egoísta e irresponsable, que lo abandonó en casa de sus tías para estudiar en la Universidad. No se sentía preparada para ser esposa y madre. Truman la idolatró, dormía junto a su fotografía, pero, al mismo tiempo, su abandono lo hizo sentirse un ser insignificante e inferior. Empezó a escribir desde muy niño para huir de su soledad, y toda su vida se afanó en alcanzar una perfección literaria que, en su opinión, nunca llegó a conseguir.

Cuando terminó sus estudios, Lillie no volvió en busca de su hijo, sino que procuró encontrar un hombre rico. Conoció a Joe García Capote, un cubano generoso e infiel, con el que se casó. Un hombre que intentó proteger a Truman que, para entonces, ya era un adolescente frágil y homosexual. Pero la convivencia nunca fue fácil: su madre estaba furiosa por las infidelidades de su marido, era adicta al alcohol y las drogas, y acabaría suicidándose. Truman tuvo que soportar las humillaciones a las que ella lo sometía, burlándose de su voz aguda y llamándole públicamente "mariconcito".

En cuanto a su padre biológico, Arch Parsons, fue un perfecto desconocido para Truman hasta que, a los 8 años, éste decidió invitarle a su casa por Navidad. El niño no tardó en descubrir que su padre bebía y se relacionaba con señoras mayores. Después, le contaron que el bienestar económico del que disfrutaba era fruto de sus matrimonios con mujeres viejas y ricas... Años más tarde, cuando Truman ya era un famoso escritor, Arch no tuvo ningún escrúpulo en volver a aparecer en la vida de su hijo... ¡para aprovecharse económicamente de él!

Uno de los recuerdos dolorosos que Truman Capote mencionaba es que, siendo muy pequeño, sus padres, Lillie y Arch, lo abandonaban en la habitación de un hotel mientras salían a divertirse. Estaba solo, a oscuras y de nada le servía gritar o llorar. Todo el personal había recibido la orden de no hacerle ningún caso...

Y hoy, sabiendo todo esto, ¿alguien podría extrañarse de su gran narcisismo, su imperiosa necesidad de atención y afecto? ¿Alguien se sorprenderá de que, a pesar de sus éxitos y amantes, siempre se sintiera desamparado? ¿Quién no entenderá su adicción al alcohol y las drogas, su lenta autodestrucción? ¿Alguien puede dudar de que los insultos, venganzas y humillaciones que protagonizó en sus últimos años eran la descarga directa de sus rencores reprimidos...?

Por todo esto, cuando ya no divertía a nadie, se quedó completamente solo, acogido en casa de una fiel amiga hasta el día de su muerte.

¿Podría haber mejorado Truman Capote? ¿Podría haberse evitado su muerte final por sobredosis?

La mejor respuesta nos la da, como siempre, Alice Miller:

"Las heridas pueden cicatrizar si se les presta atención y se las toma en serio. Pero es preciso no negar la existencia de tales heridas".

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